Hay gente que busca la paz interior haciendo yoga. Otros, simplemente se mudan aquí. Porque esta masía en Sant Gregori no es solo una casa —es una especie de antídoto contra el estrés moderno. Dentro, todo respira calma: espacios abiertos, luz natural y esa sensación que te dice “puedes bajar el ritmo, no hace falta correr”. ¿La cocina? De esas en las que pasas más tiempo que en el sofá. Con barra, luz y espacio suficiente para preparar una comida de domingo que termina convirtiéndose en cena. En la planta superior, cuatro habitaciones que no te obligan a elegir entre espacio o silencio. Lo tienes todo. Y si aún necesitas un rincón solo para ti, hay una sala polivalente. Eso significa que puede ser tu estudio, tu gimnasio o el lugar donde esconderte cuando viene la familia. Afuera, 3.800 m² de libertad: piscina, huerto, porche con barbacoa y un gallinero que hará feliz a cualquier alma rural con delirios de autosuficiencia. Ah, y placas solares —porque vivir tranquilo no significa renunciar a la conciencia ecológica. La masía está lo bastante cerca del pueblo como para ir a tomar un café, pero lo bastante lejos como para no escuchar el tráfico. A cinco minutos del centro… y a años luz del ruido. Esto no es una casa para tener. Es una casa para sentir. Para despertarte con la niebla de la mañana, oír a los pájaros antes que al móvil, y redescubrir que vivir en el campo no es retroceder, sino volver a ti.
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